Débora Arango Pérez (1907-2005) artista revolucionaria antioqueña, considerada gestora de la primera revolución estética, fue la primera mujer en exponer desnudos femeninos y criticar la realidad colombiana.
Si bien el siglo XX significó desarrollo y progreso para las artes colombianas, también trajo consigo guerras y diferencias políticas entre los habitantes. En este contexto crece Débora Arango, configurándose como una de las artistas más representativas del país; una mujer católica, admiradora del expresionismo y del cuerpo femenino.
La artista antioqueña decidió levantar la voz a través de la pintura y la acuarela, dando a conocer opiniones críticas frente a la violencia colombiana, a los gobernantes, y a la división política; fue por esto que se ganó el desprecio de una sociedad moralista, y la admiración de aquellos que sabían apreciar el arte.
Ella siempre fue una mujer de carácter fuerte, disfrutaba montar a caballo con trajes masculinos, aunque dicha actividad no fuera bien vista en las señoritas. Estudió en el colegio María Auxiliadora y de inmediato se inclinó por el Instituto de Bellas Artes de Medellín, donde aprendió a pintar, pero se retiró decepcionada por el convencionalismo de la educación. Fue aprendiz de artistas como Eladio Vélez y Pedro Nel Gómez.
Con gran decisión fusionó sus dos intereses: la pintura y la anatomía, convirtiéndose en la primera mujer en retratar desnudos en Colombia, con la premisa de que su arte representaba la obra de Dios.
En 1975 permitió que sus obras se incluyeran nuevamente en algunas exposiciones de arte, como en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín y, más adelante, en el Museo de Arte Moderno. A mediados de los 80, Débora Arango donó 233 obras al Museo de Arte Moderno de Medellín, que en la actualidad cuenta con una sección dedicada a las pinturas y acuarelas de la artista.
En 1939 ganó su primer premio en la Exposición de Artistas Profesionales en Medellín, con una colección de nueve cuadros, de los cuales dos eran desnudos femeninos, lo que significó un escándalo social donde la gente comenzó a juzgarla de “pornográfica e impúdica”.
A diferencia de muchos, Jorge Eliecer Gaitán, ministro de educación de la época, quedó fascinado por su arte expresionista y se comunicó directamente con Débora para invitarla a hacer una exposición artística en el Teatro Colón de Bogotá. Así, en 1940 realizó su primera exposición individual, y participó también en el Primer Salón Anual de Artistas Colombianos. Poco tiempo después estuvo en exhibiciones colectivas en Cali y Medellín; sin embargo, sus obras seguían causando rechazo en los visitantes, lo que casi ocasiona su excomunión.
A inicios de la década de los 40, sus obras fueron fuertemente juzgadas y descolgadas, por presión social y política. Esto motivó su viaje a países como México, Estados Unidos, Francia, Inglaterra y España, expandiendo sus conocimientos del arte y realizando muestras de sus obras. A mediados del siglo XX, Débora estaba de vuelta en el país y la violencia por la muerte de Gaitán, la dictadura de Rojas Pinilla y la polarización política fueron fuente de inspiración para sus siguientes creaciones artísticas: representaciones de importantes políticos en forma de animales que causaron más controversia para su arte.
Tras ser censurada, amenazada y juzgada por muchos periódicos de la época como “inmoral”, “perversa”, entre otros, Débora decidió aislarse dentro de su propia casa por largo tiempo, pero nunca dejó de pintar.
A lo largo de su trayectoria artística se hizo merecedora de grandes premios como: Premio a las Artes y a las Letras de la Gobernación de Antioquia; la Medalla al Mérito Porfirio Barba Jacob de la Alcaldía de Medellín; el título de Maestra Honoris Causa de la Universidad de Antioquia; entre otros.
Débora Arango se convirtió en revolucionaria, se convirtió en figura de inspiración y nunca permitió que las críticas apagaran su arte. Ahora, su cara hace parte del billete de $2.000 colombiano, recordándonos que debemos ser fieles a nuestra pasión y a nuestra voz.
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